Procesionaria del pino: parques infantiles cerrados

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Aunque la procesionaria afecta principalmente a zonas forestales, las orugas no distinguen entre pinos rurales y urbanos y han llegado hasta las zonas habitadas. En varios municipios madrileños, se han tenido que cerrar parques infantiles por la presencia de la plaga. Para combatir la plaga, se aplican tratamientos vía pulverización, se talan las ramas afectadas o se colocan anillas trampa, que son unas bolsas de arena que se colocan en el tronco y en las que entran las orugas cuando salen de su nido y descienden por el árbol.

La problemática es más molesta durante dos o tres semanas, normalmente al inicio de la primavera. Entonces las orugas salen del nido de los árboles, bajan por el pino y caminan en procesión hasta el bosque para enterrarse y convertirse en mariposa.
La plaga de la procesionaria empieza a retroceder después de cuatro años de un crecimiento exponencial. Según el último balance, correspondiente al año pasado, la procesionaria afecta a una de cada seis hectáreas de pino, es decir, 120.000 de un total de 725.000 hectáreas. La cifra es ligeramente inferior al máximo de 160.000 hectáreas que se alcanzó en 2017, pero multiplica por cuatro el mínimo registrado en 2013 (35.000). El cambio climático y la suspensión de las fumigaciones durante dos años por problemas legales dispararon la plaga, que los expertos consideran todavía fuera de control.

La procesionaria es una mariposa endémica que en su fase de oruga puede aumentar de población, afectando a los árboles comiéndose las hojas y causando su defoliación. Ataca básicamente la pinaza y el pino blanco. Pero lo que más preocupa a los expertos son los efectos nocivos en los seres vivos. Los pelos de las orugas pueden causar urticaria o trastornos respiratorios en los niños. También es peligroso para los animales, ya que a veces los perros lamen las orugas o las huelen y ello les puede causar alergia e hinchazón en la lengua que puede llegar a ser mortal.

En la extensión de la plaga, el cambio climático ha jugado un papel clave. Lo peor son las altas temperaturas en otoño, porque es importante que haga frío y éste mate a las orugas cuando son pequeñas y antes de que hagan la bolsa de protección. Las temperaturas elevadas también están abriendo paso a la procesionaria hacia la alta montaña. Si hasta hace poco las orugas se mantenían por debajo de los mil metros de cota, en los últimos años se han detectado en bosques a 1.700 metros de altitud.

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